"TODOS PODEMOS APRENDER NADIE SE QUEDA ATRÁS"
HISTORIA DE LA VIRGEN DE LAS MERCEDES DE PAITA
SE CELEBRA EL 24 DE SETIEMBRE
El fervoroso culto que en Paita se rinde a nuestra Señora de las Mercedes, data de época muy lejana; Allá por los tiempos en que, donde hoy es Paita sólo existía algunas pobres casuchas de pescadores (el barrio Atahualpa, actualmente), se levantaba, en medio de esas humildes viviendas, una pequeña capilla bajo la advocación de la Virgen de las Mercedes. Más tarde, cuando la población tomó mayor importancia, se erigió un templo más digno de la Santísima Virgen que la modesta ermita.
Esta
Iglesia fue destruida en 1587 por los piratas, que al mando de Tomás Cavendish
desembarcaron en el puerto, incendiándolo y sembrando el terror entre sus
moradores. Temiendo ser, por segunda vez, víctima de los terribles bandidos,
huyeron del puerto, y fundaron, al año siguiente de 1588, la actual ciudad de
Piura. En Paita quedaron solamente las autoridades y algunos vecinos; pero poco
a poco, perdido el miedo a los piratas fue poblándose de nuevo.
Sin
duda por su hermosa bahía que ofreciera magnífico refugio a sus bajeles, Paita
mejor dicho, San Francisco de la Buenaventura hubo de ser a menudo, durante el
coloniaje, víctima de tan aciagos visitantes. Más no siempre soplaron para los
corsarios vientos propicios; en 1679 fueron derrotados en desembarco que
hicieron en Paita al mando de Watlin, por fuerzas españolas, después de
porfiada lucha.
Pocos
años después 1682 el corsario Cowley desembarca en el Puerto, arrasando la
población. E 1714 el pirata Cliperton apresó, a la altura de Paita, un buque
cargado de riquezas, y en el que viajaban la Condesa de las Lagunas, esposa del
Gobernador de Popayán. La condesa, muy bella, muy gran señora, poesía del don
de gentes, que se atrajo la simpatía de los piratas, quienes la trataron con
todo respeto y consideración; al extremo de que Cliperton le permitió que se
quedara en Paita, devolviéndole sus bienes y alhajas.
El
último en saquear el puerto fue el almirante ingles Anson, el 24 de noviembre
de 1741.
Según
la tradición Anson y los suyos penetraron, durante el saqueo, al templo donde
se veneraba la Virgen de las Mercedes, en busca de las sagradas joyas. Al verla
en su camarín, los brazos extendidos demandando paz a los desalmados que así
invadían su casa, Anson, poseso de herética furia, se lanzó sobre el santo
simulacro descargándole su pesado sable. Más sus esfuerzos para decapitar la
imagen de la Virgen fueron vanos; su espada se embotaba a cada golpe, que
resonaba en el templo con lújubre eco, aumentando la ira del pirata.
Al ver
la inutilidad de su intento, irritado, más que admirado, por el milagro que
acababa de presenciar, ordenó a sus hombres que la trasladaran a bordo la
efigie de la Santa Patrona del Puerto.
Pero
apenas llegados con su preciosa carga al buque almirante, el mar, tan apacible
de continuo, se embraveció de pronto, poniendo en peligro las embarcaciones
piratas. Los tripulantes del buque en el cual se hallaba la Virgen, sobre
cogidos de pánico, la arrojaron al mar, calmándose al instante el furor de los
elementos.
Al día
siguiente muy temprano cuando los buques ya habían levado sus anclas, varios
pescadores que caminaban por la orilla, divisaron una figura blanca tendida en
la playa. De pronto pensaron que se trataba del cadáver de algún pirata; pero
ya cerca vieron que era la milagrosa patrona de la ciudad la que tenían antes
sus atónitos ojos.
Actualmente
se puede observar la sacrílega señal que en el cuello de Nuestra Señora de las
Mercedes causara la espada del pirata.
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